sábado, 12 de agosto de 2017

 La novela LA CARNE de Rosa Montero (1951). Una novela muy recomendable. Aparte de bien escrita como nos tiene acostumbrados la autora, el tema me resulta insólito pero a su vez muy bien llevado. Si, carne se refiere a sexo. Digo lo de insólito por no estar habituado a que mujeres hablen de sus pesquisas sexuales.
La carne es una novela audaz y sorprendente, la más libre y personal de las que ha escrito Rosa Montero.   Ganadora, entre otros, del Premio Primavera de Novela, el Premio Grinzane Cavour, El Premio Qué Leer al Mejor Libro del Año y el Premio de la Crítica de Madrid
La critica dice: "Sería más ciego que Homero si mi pasión no me dejara ver que Rosa Montero está atiborrada de talento, y cuando embraga párrafo no pone freno a su desbordante fantasía. Esta estupenda y muy sugerente escritora posee un adjetivo con hechizo y goza en el acto de escribir." Matías Antolín.
Destacar lo siguiente:
-La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir. Y el momento justo de la acción es tan confuso, tan resbaladizo y tan efímero que lo desperdicias mirando con aturdimiento alrededor.
-Ser maldito es saber que tu discurso no puede tener eco, porque no hay oídos que lleguen a entenderte. En esto se parece a la locura. Ser maldito es no coincidir con tu tiempo, con tu clase, con tu entorno, con tu lengua, con la cultura a la que se supone que perteneces. Ser maldito es desear ser como los demás pero no poder. Y querer que te quieran pero sólo producir miedo o quizá risa. Ser maldito es no soportar la vida y sobre todo no soportarte a ti mismo.
-A veces pienso que el mundo se mueve fundamentalmente por la necesidad de amor. Vi hace poco una ópera preciosa de Britten sobre eso. Muerte en Venecia. Es una novela de un autor muy famoso, ya fallecido: Thomas Mann. Ganó el Premio Nobel. Luego también hicieron una película muy conocida, dirigida por Visconti. Pero te quería hablar de la ópera. Me encantó. El protagonista es un escritor centroeuropeo célebre, un hombre mayor, tradicional y serio. Todo sucede a principios del siglo XX. Se llama Aschenbach. Viste de una manera muy sobria, es la encarnación misma de la respetabilidad. Y resulta que está bloqueado en la escritura de su novela y decide pasar el verano en una playa, en el Lido, en Venecia, para ver si recupera la inspiración. En el barco ve a un viejo homosexual, chillón, afeminado, con ropa muy llamativa y todo maquillado. A Aschenbach le asquea. Pero por fin llega al Lido, y se instala en el Gran Hotel y baja a la playa, todo vestido, a sentarse en una silla, como entonces hacía la gente burguesa. Y en la playa descubre a un adolescente de unos catorce años, rubio, espigado, la cabeza llena de rizos que el aire desordena. Es polaco, está en el hotel con su madre y sus hermanas y se llama Tadzio. Es bellísimo. Piensa en el animal más bello que puedas imaginar y Tadzio es así. Un ciervo joven. Y su visión hiere a Aschenbach como un rayo. Queda preso, hechizado, enamorado. ¿Entonces era homosexual? -No. Es decir, seguramente no se lo había permitido jamás. Es un personaje de la alta sociedad, rígido y formal y muy convencional. Al autor del libro, Thomas Mann, le pasaba algo parecido, era un hombre famosísimo y obsesionado por la respetabilidad. Estaba casado y tenía hijos pero le atraían los hombres, aunque yo creo que nunca se permitió amarlos. De ahí que Muerte en Venecia tenga mucho que ver con su propia vida. Y a Aschenbach le pasa eso mismo, no quiere reconocerse. Por eso cuando ve a Tadzio se queda aterrado por la fuerza de sus sentimientos. No sólo se trata de un varón, sino que además es un niño, es una pasión doblemente infame y prohibida. Pero no puede evitar que su corazón se incendie. Termina el primer acto gritando un desgarrador te amo. Gritándoselo al aire, a nadie, a sí mismo. Simplemente admitiéndolo.
Entonces las cosas se complican porque en Venecia estalla una epidemia de cólera. Las autoridades intentan ocultarla porque es una ciudad turística, pero la enfermedad avanza. El barbero informa a Aschenbach de la epidemia y le aconseja que se vaya de Venecia antes de contagiarse o de que impongan la cuarentena. Pero él no puede ni imaginar dejar de ver a Tadzio. Por cierto que eso es lo único que hace, mirarlo desde lejos. Sabe que es una pasión prohibida. Sabe que jamás podrá hacerla realidad. Nunca habla con el adolescente. Ni una sola palabra. Sólo lo mira. Y el caso es que los turistas más avispados empiezan a marcharse, pero la madre del niño, que no entiende italiano, desconoce que existe una epidemia y sigue en el Lido. Aschenbach se dice que debería advertirla para que se vayan, pero no lo hace. Está poniendo en peligro la vida de su amado y su propia vida. El Gran Hotel se va quedando vacío, mientras Aschenbach desciende paso a paso todos los escalones de su desesperación y su tormento. El barbero le tiñe el pelo y lo maquilla, alabando su apariencia juvenil. Pero no resulta juvenil, sino patético, un viejo homosexual ridículo pintarrajeado y emperifollado, igual que aquel al que vio al principio de la historia en el barco y a quien aborreció. Aschenbach ha sacrificado por Tadzio todo, su prestigio, su carrera, su reputación. Incluso el respeto que se tenía a sí mismo. Lo ha sacrificado a cambio de nada, sólo por poder atisbar su belleza, sólo porque lo ama
Pasan los días... Todos los huéspedes del hotel se han ido y por fin la madre del chico está preparando las maletas para marcharse. Tadzio está por última vez en la playa; Aschenbach, enfermo y muy debilitado, se sienta en una de las tumbonas y contempla cómo su amado se aleja en dirección al mar. Y así, mirándolo, se muere. -¿Aschenbach se muere? -Sí, se muere ahí solo, en una de esas tumbonas de rayas supuestamente alegres pero que ahora son tristísimas porque toda la playa está vacía, y se muere con su traje ridículo y llamativo y con sus maquillajes medio derretidos de vieja loca.
Sensacional este resumen de Muerte en Venecia.
-Una de las pocas cosas positivas de envejecer, quizá la única, era la seguridad de que ya no ibas a volverte loca, pensó Soledad con ánimo sombrío. Se refería a completamente loca, a no ser capaz de controlar tu vida ni tu destino. A perderte un mal día para siempre.
-Hay mucha más oferta que demanda. No hay tantas mujeres con dinero que se atrevan a pagar a un escort.
-En su novela El diario de Edith, Patricia Highsmith, esa gran conocedora de los demonios del amor, decía que, en el paroxismo del dolor pasional, los hombres mataban y las mujeres se suicidaban. Pero no, no siempre era así.
-El amor carnal, la fiebre de la piel, esa naturaleza animal que nos salvaba de ser sólo humanos. Y el amor espiritual, todo ese cariño que ella tenía para dar, un lago de luz en las entrañas que ella sentía que aún no había podido entregar a nadie. Qué pena morir sin que le hubieran aceptado ese regalo.
Hace referencia a una serie de novelistas que convendria saber de ellas , tales como: William Burroughs, Ulrico von Liechtenstein, Philip K. Dick, Pedro Luis de Gálvez, María Lejárraga, Gregorio Martínez Sierra, Luis Freeman, seudónimo de la escritora española Josefina Aznárez, María Luisa Bombal, María Carolina Geel, Anne Perry, Rogelio de Egusquiza, Mary Shelley y tres novelistas jóvenes, Lara Moreno, Vanessa Montfort y Nuria Labari, las tres treintañeras, guapas y buenas escritoras.
En musica hace referencia a : Chacona de Bach, en la versión para piano de Busoni, interpretada por Rhodes, Ludovico Einaudi, Un piano limpio y tranquilizador, el
estremecedor canto de Isolda, su Liebestod, su muerte de amor, el aria final del tercer acto y de la ópera Tritan e Isolda de Richard Wagmer.

Editado por Alfaguara en 2016


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