domingo, 29 de octubre de 2017


Visita a la exposición FRANCIS BACON  face à face BRUCE NAUMAN en el Musée Fabre de Montpellier.


¿Como puede haber profesionales del arte que pretendan comparar o mejor dicho enfrentar a un pintor consagrado, indudablemente dificil, con un cantamañanas que lo que hace son idioteces?. Dicho esto, me he quedado más a gusto, la exposicion de Bacon me ha encantado.
El resto del museo aceptable con un final impresionista y mas modernos fantastico. Es recomendable.

sábado, 28 de octubre de 2017

Visita al  
MUSÈE TOULOUSE -LAUTREC
en Albi, instalado en el Palacio Berbie a orillas del rió Tarn. En este museo se encuentran una cantidad importante de obras de Toulouse-Lautrec de cuando era niño o antes de ir a París. También hay un buen numero de carteles originales y muchas pinturas de madurez. Magnifico.
El edificio es agradable y bien montado para lo complicado que resulta al estar enclavado en yo diría mas un castillo fortaleza que un palacio. En este museo me encontré con una curiosidad, multitud de cuadros de Matisse, pero oh sorpresa eran de  Jules Cavaillès (1901-1977). Este pintor local, magnifico , inspirado en cuadros de Matisse hace los suyos .Me encanto. En el resto del museo había alguna cosa interesante de algún impresionista y postimpresionistas.
Este museo justifica sobradamente ir a Albi, pero ademas nos toparemos con una maravillosa catedral, Sta Cecilia, con pinturas al fresco increíbles. El pueblo es una monada.

martes, 24 de octubre de 2017


ARTICULO DE RICARDO DE QUEROL, 
DIRECTOR DE CINCO DIAS, 
DEL 23 de OCUBRE DE 2017


No. La independencia de Cataluña no es la respuesta a la represión del Estado, como ahora nos quieren hacer creer, porque el procés se puso en marcha, y aceleró, mucho antes de que el Estado respondiera de ninguna manera.
No. Cataluña no se ha ganado el derecho a la independencia por la actuación policial (torpe e ineficaz, interesadamente exagerada) en el 1-O, porque precisamente lo que se votaba en aquella farsa de referéndum era la independencia inmediata.
No. Quien ha destruido la autonomía de Cataluña no es ese malvado Madrid, sino los gobernantes de la comunidad que decidieron dinamitar la legalidad estatutaria y constitucional. El Gobierno central pecó, si acaso, de inacción, pero no de provocación o precipitación
No, el artículo 155 no es un golpe de Estado. Si ha habido aquí un golpe de Estado es el que se dio en las noches de los días 6 y 7 de septiembre, cuando el Parlament votó las dos leyes de ruptura (es una cursilada lo de desconexión) con la oposición fuera de sus escaños. El 155 pudo activarse entonces, pero el Gobierno se esperó a ver si lograba evitar la votación, luego se esperó a una declaración formal de independencia, después se cruzaron las dos cartas, se hizo la petición de una convocatoria electoral que habría sido la única salida no traumática.
No. Los responsables de este desastre no pueden presentarse como las víctimas. Si se pretendía desafiar al Estado e iniciar una revolución, había que medir antes las fuerzas que se tienen para ganarla. No vale llorar porque te hacen daño si has empezado tú la pelea. Sabían lo que hacían cuando votaron que habría un referéndum vinculante aunque lo prohibiera el Constitucional, que se proclamarían resultados aunque nadie los verificara, que en 48 horas se fundaría la república.
No. No bastaba decir en un minuto “asumo el mandato” y “ahora lo suspendo” para hacernos creer que hemos vuelto a la normalidad.
No. España no es un Estado autoritario (mucho menos totalitario, como ha dicho un indocumentado Junqueras) por suspender la autonomía de Cataluña. Cualquier Estado democrático, con cualquier Constitución, intervendría ante un intento de secesión a las bravas. Tampoco Canadá o el Reino Unido habrían permitido esto jamás. Tony Blair suspendió nada menos que cuatro veces la autonomía de Irlanda del Norte después de la paz del Viernes Santo de 1998, hasta que logró forzar consensos entre unionistas y nacionalistas, lo que ayudó a encauzar aquel difícil proceso de paz. Ahora Theresa May amenaza con hacer lo mismo.
No. Europa no ha comprado el relato nacionalista, solo lo hacen aquellos que también quieren romper Europa. La prensa seria internacional hace autocrítica por las noticias falsas que le han colado estos días. La UE tiene que apoyar al Gobierno español porque el contagio de la fiebre secesionista la destruiría.
No, no habría paz en un continente de fronteras inestables, metido en una espiral de fragmentación.
No, la autodeterminación no es un derecho humano, ni de los pueblos que no hayan sido colonizados, ocupados o sometidos a genocidio.
No. No nos miremos en el desmoronamiento de Yugoslavia, el episodio más sangriento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. No, Cataluña no es Kosovo ni Eslovenia. Que nunca sea Bosnia.
No. No son presos políticos quienes responden ante la justicia por sus acciones contra la ley, nunca por sus ideas.
No. No estamos volviendo a un Estado centralista. La intervención de la autonomía, como la ha anunciado Mariano Rajoy, es total, pero tiene un horizonte temporal definido, de seis meses hasta elegir un nuevo Parlament. Es reversible, lo que no habría sido la independencia. Cataluña mantendría intactas todas sus atribuciones si no se hubiera saltado la ley; las recuperará en cuanto renuncie a seguir esa vía. No se dan pasos atrás en la descentralización. Pero el federalismo, o como lo llamemos, solo puede basarse en la lealtad de las instituciones. Ningún sistema político permite en su seno a gobiernos rebeldes al imperio de la ley.
No. Esto no es España contra Cataluña. Sobre todo es media Cataluña contra la otra media, como ha dicho bien Joaquín Sabina. Una fractura interna, cargada de odio, que costará mucho cerrar.
No. No va a ser fácil lo que viene. Una administración intervenida va a funcionar mal. Se va a enfrentar a resistencias enormes dentro y fuera, en la calle. Es una situación tan extraordinaria como incómoda.

No. Esta no era la solución ideal. No. No había alternativa para salvar el Estado de derecho. Este desastre tiene padres bien conocidos. ¿Quién destruyó la Cataluña que ha gozado de más autogobierno en la historia moderna? Exacto. Ellos. Los que se disfrazan de mártires.


domingo, 15 de octubre de 2017


En Francoland

EL PAIS   13 OCT 2017


Me pasó la última noche de septiembre en Heidelberg, pero me ha pasado igual con cierta frecuencia en otras ciudades de Europa y de América, incluso aquí, dentro de España, en conversaciones con periodistas extranjeros. Muchas veces, en épocas diversas, con una monotonía en la que solo cambia el idioma y el motivo inmediato, me ha tocado explicar con paciencia, con la máxima claridad que me era posible, con voluntad pedagógica, que mi país es una democracia, sin duda llena de imperfecciones, pero no muchas más ni más graves que las de otros países semejantes. Me he esforzado en dar fechas, mencionar leyes, cambios, establecer comparaciones que puedan ser útiles. En Nueva York he debido recordarle a personas llenas de ideales democráticos y condescendencia que mi país, a diferencia del suyo, no admite la pena de muerte, ni la cadena perpetua, ni el envío a prisión de por vida de menores de edad, ni la tortura en cárceles clandestinas.


Fuera de España uno a veces tiene que dar explicaciones de historia, y hasta de geografía. Hasta no hace mucho tiempo, un ciudadano español tenía que explicar, aun sabiendo que había grandes posibilidades de que no se le hiciera ningún caso, que el País Vasco no se parece al Kurdistán, ni a Palestina, ni a las selvas de Nicaragua en las que los sandinistas resistían al dictador Somoza. Uno explicaba que el País Vasco es uno de los territorios más desarrollados y con más alto nivel de vida de Europa; y además que dispone de un grado de autogobierno y hasta soberanía fiscal muy superior a la de cualquier Estado o región federada del mundo. Lo más que se conseguía era una sonrisa cortés, aunque también incrédula.
Una parte grande de la opinión cultivada, en Europa y América, y más aún de las élites universitarias y periodísticas, prefiere mantener una visión sombría de España, un apego perezoso a los peores estereotipos, en especial el de la herencia de la dictadura, o el de la propensión taurina a la guerra civil y al derramamiento de sangre. El estereotipo es tan seductor que lo sostienen sin ningún reparo personas que están convencidas de sentir un gran amor por nuestro país. Nos quieren toreros, milicianos heroicos, inquisidores, víctimas. Nos aman tanto que no les gusta que pongamos en duda la ceguera voluntaria en la que sostienen su amor. Aman tanto la idea de una España rebelde en lucha contra el fascismo que no están dispuestos a aceptar que el fascismo terminó hace muchos años. Les gusta tanto el pintoresquismo de nuestro atraso que se ofenden si les explicamos todo lo que hemos cambiado en los últimos 40 años: que no vamos a misa, que las mujeres tienen una presencia activa en todos los ámbitos sociales, que el matrimonio homosexual fue aceptado con una rapidez y una naturalidad asombrosas, que hemos integrado, sin erupciones xenófobas y en muy pocos años, a varios millones de emigrantes.
La otra noche, en Heidelberg, la víspera del ya célebre 1 de octubre, en medio de una cena muy grata con profesores y traductores, tuve que repetir mi explicación, con una vehemencia que me hizo sobreponerme al desánimo. Una profesora alemana me dijo que, según le acababa de contar alguien de Cataluña, España era todavía “Francoland”. Le pregunté, tan educadamente como pude, qué sentiría ella si alguien decía en su presencia que Alemania es todavía Hitlerland. Se ofendió enseguida. Tan calmadamente, tan pedagógicamente como pude, le aclaré lo que no tiene que aclarar nunca ningún ciudadano de ningún otro país avanzado de Europa: que España es una democracia, tan digna y tan imperfecta como Alemania, por ejemplo, y tan ajena como ella al totalitarismo; incluso más, si atendemos a los últimos resultados electorales de la extrema derecha. Si, según su informante catalana, seguíamos en la tierra de Franco, ¿cómo era posible que Cataluña dispusiera de un sistema educativo propio, un Parlamento, una fuerza de policía, una radio y una televisión públicas, un instituto internacional para la difusión de la lengua y la cultura catalanas? El reconocimiento de la singularidad de Cataluña era tan prioritario para la naciente democracia española, le dije, que la Generalitat se restableció incluso antes de que se aprobara la Constitución. Extraño país franquista el nuestro, tan opresor de la lengua y de la cultura catalana, que elige una película hablada en catalán para representar a España en los Oscar.


Quien ha vivido o vive fuera de nuestro país conoce lo precario de nuestra presencia internacional, la asfixia presupuestaria y el mangoneo político que han malogrado tantas veces la relevancia del Instituto Cervantes, la falta de una política exterior ambiciosa a largo plazo, de un acuerdo de Estado que no cambie desastrosamente de un Gobierno a otro. La democracia española no ha sido capaz de disipar los estereotipos de siglos. Los terroristas vascos y sus propagandistas supieron aprovecharse muy bien de ellos durante muchos años, precisamente aquellos en los que éramos más vulnerables, cuando a los pistoleros más sanguinarios se les seguía concediendo en Francia el estatuto de refugiados políticos.
De modo que a los independentistas catalanes no les ha costado un gran esfuerzo, ni un gran despliegue de sofisticación mediática, volver a su favor en la opinión internacional eso que ahora todo el mundo se ha puesto de acuerdo en llamar “el relato”. Lo habían logrado incluso sin la colaboración voluntariosa del Ministerio del Interior, que envió a policías nacionales y guardias civiles a actuar de extras en el espectáculo amargo de nuestro desprestigio. Pocas cosas pueden dar más felicidad a un corresponsal extranjero en España que la oportunidad de confirmar con casi cualquier pretexto nuestro exotismo y nuestra barbarie. Hasta el reputado Jon Lee Anderson, que vive o ha vivido entre nosotros, miente a conciencia, sin ningún escrúpulo, sabiendo que miente, con perfecta deliberación, sabiendo cuál será el efecto de su mentira, cuando escribe en The New Yorker que la Guardia Civil es un cuerpo “paramilitar”.
Como ciudadano español, con todo mi fervor europeísta y viajero, me siento condenado sin remedio a la melancolía, por muy variadas razones. Una de ellas es el descrédito que sufre el sistema democrático en mi país por culpa de la incompetencia, la corrupción y la deslealtad política. Otra es que el mundo europeo y cosmopolita en el que personas como yo nos miramos y al que hemos hecho tanto por parecernos prefiere siempre mirarnos a nosotros por encima del hombro: por muy cuidadosamente que queramos explicarnos, por mucha aplicación que pongamos en aprender idiomas, a fin de que se entiendan bien nuestras explicaciones inútiles.




A pesar de no ser santo de mi devoción el Sr Muñoz Molina he de reconocer lo acertado de sus palabras que ponen en entredicho la falta de acción por parte del gobierno de España para publicitar lo que es nuestro país y lo que significa la secesión Catalana y contrarrestar la magnifica maquinaria que el gobierno de la Generalidad de Cataluña ha puesto en funcionamiento con nuestro dinero.


sábado, 14 de octubre de 2017


CARTA AL DIRECTOR DE SIR JOHN H. ELLIOTT A THE TIMES
25 de Septiembre de 2017


Señor,
Resulta esclarecedor comparar el artículo de su corresponsal (23 de septiembre) sobre la «campaña de odio» que en Cataluña están llevando a cabo los partidarios más extremistas de los planes del Gobierno catalán para el referéndum por la independencia con algunas de las cartas que ha publicado usted al respecto. Ningún Estado europeo concede a ninguno de sus componentes territoriales el derecho a la secesión sin seguir un proceso constitucional pactado, y el proyecto de independencia que ha orquestado el presidente Puigdemont traspasa claramente los límites de la legalidad al desafiar la Constitución Española de l978 y el Estatuto de Autonomía de Cataluña.
Cataluña padeció durante largo tiempo bajo el régimen dictatorial del general Franco, pero entre 1978 y la crisis económica de 2008 prosperó como región y disfrutó de un alto grado de autogobierno. Los partidarios de la independencia intentan sacar provecho de presuntas medidas represivas tomadas por Madrid, pero puede que aquellos que simpatizan con el referéndum no sean conscientes de hasta qué punto el Gobierno catalán ha intentado imponer desde hace tiempo su propia agenda radical a la sociedad catalana en su conjunto.
A través de su control del sistema educativo, su influencia en los medios de comunicación, su manipulación de la historia catalana en pos de sus propios intereses, y en algunos casos por medio de la intimidación, ha intentado inculcar en la población una imagen de Cataluña como víctima de malignas fuerzas exteriores.
Mientras que dicha caracterización, que se retrotrae al menos a 1900, pudo contener elementos de verdad en el pasado, no es cierta de la situación de hoy en día ni del lugar que Cataluña ocupa en la España democrática. Aunque el Gobierno de Rajoy ha mostrado una clara falta de empatía en su forma de tratar a la región, su régimen no se puede tildar de ninguna manera de represivo.
A estas alturas está claro que ha llegado el momento de realizar una revisión de la Constitución Española, y a su debido tiempo se debería intentar descubrir qué tipo de futuro es el que las gentes de Cataluña quieren para sí. Esto sólo será posible, sin embargo, si todas las partes entablan un diálogo civilizado dentro de los confines de la ley.

Sir John Elliott (1930) es profesor regio emérito de Historia Moderna en la Universidad de Oxford. Premio Principe de Asturias 1996, Cruz de Sant Jordi en 1999.

Las publicaciones principales de Elliott son:
·         Imperial Spain (La España imperial), 1963,
·         The Revolt of the Catalans (La revuelta de los catalanes), 1963,
·         Europe Divided. 1559-1598, ed. 1968 y 2000. (La Europa dividida. 1559-1598, ed. 2002 y 2010),
·         The Old World and the New, 1492-1650 (El viejo y el nuevo mundo), 1970,
·         Richelieu and Olivares, 1984,
·         The Count-Duke of Olivares (El Conde Duque de Olivares), 1986,
·         Spain and its World, 1500-1700 (España y su mundo: 1500-1700), 1990,

·         Empires of the Atlantic World: Britain and Spain in America 1492-1830 (Los Imperios del Mundo Atlántico: Gran Bretaña y España en América), 2006.