El siglo XVIII -el
de la pérdida de Gibraltar- tuvo en su haber tres asedios en los que España intentó arrebatar (y
recobrar) el Peñón a la Pérfida Albión. Tras dos infructuosos grandes intentos
en1704-1705 y 1727, la ocasión volvió a presentarse en 1779, año en el
que se inicia el Gran Asedio a Gibraltar, la última ocasión en que España
intentó recuperar Gibraltar por las bravas: a cañonazo, sangre y fuego... y con
los franceses como aliados.
Ambas potencias
aprovecharon la supuesta debilidad sajona, que dirimía otra guerra al otro lado
del Atlántico contra las Trece Colonias norteaméricas lideradas por George
Washington. En aquella guerra París y Madrid también se aliaron contra el
inglés, unos atacando por el norte, los nuestros haciendolo por el Sur en Pensacola.
La Historia del Gran Asedio a Gibraltar -vaya por
delante su nefasto resultado, de otro modo seguro que no estaríamos hablando de
él en este 2013- comenzó con la firma del Tratado de Aranjuez un 12 de abril de
1779 por el cual la España del Rey Carlos III y la Francia del Rey Luis XVI
sellaban esa alianza, renovando los Pactos de Familia contra Gran
Bretaña.
El citado tercer
pacto entre Borbones reclamaba para España la devolución de Gibraltar, Menorca
(1782), Florida (1783) y la Honduras Británica, además de una serie de derechos
comerciales que favorecían a los ingleses en el comercio de madera; Francia, por su parte, se quedaría con el derecho de comercio con la India, la expulsión
de los ingleses de Terranova (Canadá), la recuperación de Senegal y la retención
de Dominica. Ambas potencias acordaron incluso invadir Gran Bretaña, algo jamás
perpetrado.
El 16 de junio de
1779 España declara oficialmente la Guerra a Gran Bretaña, aunque no reconoce la independencia de las Trece colonias por su temor a
que la nueva era de los colonos americanos se extendiera al sur. Esta
declaración de guerra era tan desconocida para los ingleses de Gibraltar que
cuatro días después de su anuncio el mismísimo general George Elliott,
gobernador de la plaza británica en la Península Ibérica, cruzó el istmo para
felicitar al general español Joaquín de Mendoza, al cargo del campamento
militar opuesto, por su ascenso a teniente general.
El día 21 España
cerraba su frontera iniciándose el decimocuarto sitio sobre Gibraltar que
supondría el inicio de «una de las campañas más importantes, el asedio más
largo, duro y costoso en recursos y vidas humanas que padecería Calpe a lo
largo de toda su historia, razón por la que se le conoce como el Gran Sitio»,
explica Isidro Sepúlveda Muñoz, doctor en Historia, profesor de la UNED y autor del
libro " Gibraltar. La razón y la fuerza." (Alianza Ensayo)
«Un ingeniero con
experiencia en asedios, destacado militar (sirvió en la
Guerra de los Siete Años y en la toma de La Habana), bondadoso pero rígido,
austero y abstemio era muy probablemente el perfil más adecuado para la
dirección de la defensa de Gibraltar», argumenta el profesor Sepúlveda.
El general Elliott
era definitiva un militar de gran prestigio: formación universitaria, pasó por
las escuelas de ingeniería militar de Gran Bretaña y Francia, sirvió en el
Ejército prusiano hasta que entró en el Regimiento 23 de los Royal Welch
Fusiliers. De 1775 a 1778 fue comandante en
Irlanda. Por parte española, el asedio fue dirigido por el general Martín
Álvarez de Sotomayor, con fama militar en las campañas de Italia.
Las fuerzas por el lado británico al comienzo del bloqueo era de 5.500 hombres consistían
en: cinco regimientos británicos, de quinientos hombres cada uno; tres
regimientos de Hannover, de 360 soldados cada uno; medio millar de artilleros y
un centenar de militares del cuerpo de ingenieros, un pequeño destacamento
naval compuesto de cinco navíos se hallaba en el Peñón.
«La población civil que había en
ese momento en la ciudad era de 3.200 personas, censadas en 1777 de acuerdo a
criterios étnico-religiosos; de ese modo se sabe que había 519 británicos
(protestantes, familiares de los soldados de la guarnición), 1.819 católicos
(españoles, portugueses, genoveses y de otras nacionalidades mediterráneas) y
863 judíos».
En el lado español
se alzaba el campamento militar de Punta Mala con 13.700 soldados al comienzo
del sitio, entre los que cabe destacar a los mil
artilleros, llamados a desempeñar un papel crucial en la contienda, doce
escuadronres de caballería, cuatro batallones de infantería, dos de guardias
españolas, otro dos de walonas, más un conjunto de fuerzas de regimientos de
Aragón, Cataluña, Guadalajara, Soria y Saboya.
Una fuerza naval comandada por el
almirante Antonio de Barceló anclada en los puertos de Algeciras y Ceuta para
evitar que navíos británicos abastecieran a Gibraltar. Once navíos y dos
fragatas se situó en el Golfo de Cádiz con el objetivo de impedir esos
refuerzos.
«El Gran Sitio se
divide en dos periodos bien delimitados; desde su inicio en junio de 1779 hasta
la primavera de 1782 se mantuvo tan sólo un bloqueo, aun produciéndose algunos
altercados, que trató de rendir a Gibraltar por medio de la falta de recursos y
víveres; en el verano de 1782 se produjo el gran ataque, utilizando innovadores
métodos y maquinaria, hasta que en febrero de 1783 se alcanzó un armisticio
general de la guerra franco-española contra Gran Bretaña, que puso fin al
sitio», delimita en el tiempo el profesor Isidro Sepúlveda.
Así llegado el estío
de 1782, España comprendió que un bloque marítimo era insuficiente ya que los
barcos británicos con provisiones alcanzaron Gibraltar sin problemas a partir
de 1780 con la aparición de la armada del almirante George Rodney «que llenó de
alivio y de pertrechos a los habitantes del interior de la ciudad, mientras
causaba un importante daño en la moral del campamento español». Finalmente no
se pudo rendir la plaza de Gibraltar por hambre, a pesar de las penosas
condiciones que padecieron los habitantes de Gibraltar. El 12 de abril de 1781
se produjo la segunda ruptura del bloqueo cuando el almirante Darby arribó a
Gibraltar con un centenar de barcos. Las fuerzas españolas debían cambiar de
estrategia.
Recuperada con éxito
Menorca en 1782, buena parte de la tropa que lanzó la campaña contra el inglés en la citada
isla de Baleares se traslada ahora al campamento militar de Punta Mala. Al
mando de las tropas combinadas hispano-francesas se sitúa ahora el general
francés Berton Balle de Quiers, duque de Crillon, que hacía tiempo estaba al servicio del Rey español, sustituyendo así a
Álvarez de Sotomayor.
La estrategia del
mayor fuego con baterías de artillería flotantes contra Gibraltar será la
siguiente fase del Gran Asedio. El ingeniero francés D'Arçon, con el
apoyo español, presentó su plan. Las baterías flotantes era embarcaciones que
se acercarían a Gibraltar, anclando y formando un gran cordón. Tras dejar
inútiles a los cañones británicos, deberían introducir a la infantería para
rendir la ciudad. En mayor de 1782 se inició la construcción de este proyecto
quimérico de unas embarcaciones que dejaban circular en su interior el agua de
mar para evitar el daño de la «bala roja», los proyectiles calentados al rojo
vivo antes de ser disparados sobre Gibraltar.
Por su parte,
Gibraltar, advertida del nuevo movimiento franco-español, comenzó a
fortificar sus baterías y construir túneles en la Roca (una de las
principales atracciones turísticas del Peñón hoy día).
A finales de agosto
estaban terminadas las baterías flotantes. Se trataba de cinco baterías de dos
puentes y cinco de un puente. El 13 de septiembre de 1782 fueron
trasladadas hasta su emplazamiento frente a Gibraltar y comandadas por don Luis de
Cordova. Una vez ancladas comenzó el bombardeo. En total, las doce baterías
flotantes contaban con 142 cañones y 5.260 hombres.
«La respuesta de las
baterías de Gibraltar se produjo al mismo tiempo, lo que deparó un espectáculo
fantasmal con el humo y el olor a pólvora llenando toda la bahía. Aunque el
daño producido sobre la plaza fue grande, en especial en el flanco norte y el
King's Bastion, la acumulación de fallos en el conjunto español fue grande: la
Marina estuvo completamente al margen del ataque, sin prestar el menor apoyo; las baterías
flotantes no alcanzaron las posiciones necesarias para abatir sus objetivos, pero fueron alcanzadas desde tierra, incendiándose algunas y siendo
voladas el resto por no poder ser remolcadas; las lanchas cañoneras que debían
operar al cobijo de las flotantes no aparecieron; las baterías del istmo fueron
aprovisionadas inicialmente con balas para tres horas, por lo que a medio día
no tenían munición para mantener el fuego sobre sus objetivos», relata Isidro
Sepúlveda en su libro «Gibraltar. La razón y la fuerza».
Resumiendo: un estrepitoso fracaso de España y los
ingenios de D´Arçon. Más «la muerte de dos mil hombres y la quiebra de la moral atacante en el
campamento español mientras que el interior de Gibraltar se reforzaba el
espíritu de resistencia». Ya se preveía que el Gran Asedio de Gibraltar, una
vez más, no podría ser.«Finalmente, el 3 de septiembre de 1783 se firmó la Paz
de Versalles, en la que se reconocía la independencia de EE.UU., Gran Bretañá
entregaba a Francia varias islas de las Antillas menores y le devolvía fortalezas
en África y Asia, mientras que a España se le reconocía su posesión de Menorca,
se le devolvía Florida y los británicos abandonaban todas sus posiciones en el
golfo de México. Gibraltar ni siquiera fue mencionado en el tratado».
El Gran Sitio duró tres años, siete meses y
veinte días. Resultado: unos 870-1.000 muertos en
el lado británico y 6.000 en el lado español.