miércoles, 15 de julio de 2020

La asombrosa carta de un padre en la que le explica a su hijo por qué debe ir a clase de Religión


«Querido hijo: Me pides un justificante que te exima de cursar religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de los condiscípulos y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás.

No es porque desee que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre pero, tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión.

Te parecerá extraño este lenguaje después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son, hijo mío, declaraciones buenas para arrastrar a algunos pero que están en pugna con el más elemental buen sentido. ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por tu ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?

Dejemos a un lado la política y las discusiones y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender historia y la civilización de los griegos y de los romanos y ¿qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En el arte ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen?

En las letras ¿puedes dejar de conocer no sólo a Bossuet, Fenelón, Lacordaire, De Maistre, Veuillot y tantos otros que se ocuparon exclusivamente de cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones?

Si se trata de derecho , de filosofía o de moral ¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal? –éste es el pensamiento de Juan Jacobo Rousseau-.

Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampere era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flammarion se entrega a fantasías teológicas.

¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarlo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras.

Ya que hablo de educación: ¿para ser un joven bien educado es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? Sólo te diré lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente, y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta.

No fijándome sino en la cortesía en el simple “savoir vivre”, hay que convenir en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos obligados a imitarlas, debemos por lo menos comprenderlas para poder guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidas. Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.

Querido hijo: convéncete de lo que digo: muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión, pero todo el mundo desea conocerla. En cuanto a la libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería que rechazan de ordinario los hechos y el sentido común.

Muchos anti-católicos conocen por lo menos medianamente la religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.

Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen la facultad de serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión.

La cosa es muy clara: la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Te sorprenderá esta carta, pero precisa hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación

Recibe, querido hijo, el abrazo de TU PADRE»

 Lo auténticamente asombroso es que el autor de la carta es Jean Jaurès, socialista y ateo francés, que había fundado en 1904 L’Humanité, el periódico que en 1920, pasó a ser el órgano oficial del Partido Comunista Francés, en la carta a su hijo publicada en 1919, teniendo con amplitud de miras una perspectiva integral de la educación, deja bien patente la ceguera de los redactores de la ley que en nuestro país se está tratando de implantar, casi podría decirse que con nocturnidad y alevosía y, desde luego, sin verdadero diálogo social.

viernes, 3 de julio de 2020

ANNUAL 1921 escrito por Manuel Leguineche.

La lectura del libro de Cazorla "las semillas de Annual" me ha llevado a este otro libro por mi curiosidad de lo que sucedió en Annual. Este libro lo leí hace mucho tiempo, en concreto en el verano de 1996. La estructura es algo extraña, pues es una sucesión de noticias a modo de periódico, por algo Manu Leguineche era periodista. 
Voy a referirme a las partes que me interesan:
-Para el general Miguel Cabanellas " Annual es el hecho de armas más deshonroso para el ejercito español del siglo XX ".
-Durante todo este periodo de tiempo Francia tuvo un solo residente general en su zona de Protectorado, España ocho altos comisarios.
-Durante el reinado de Alfonso XIII, de 1902 a la dictadura de Primo de Rivera, hubo 33 gobiernos.
-Según Gerald Brenan el ejercito español fue siempre democratico. A este espíritu se debieron sus victorias. Espartero, O'Donnell o Prim empezaron su carrera militar como chusqueros. Pero el exceso de democracia de la guerra de la Independencia deteriora la disciplina militar. Los soldados van por su cuenta. El soldado recibe un sueldo misero, los oficiales se llevan la parte del león del enorme presupuesto del ejercito.
-La nación se hizo pacifista y el ejercito, impopular. Este sentimiento cristalizo en 1909 con el levantamiento de Barcelona contra la movilización para África de los reservistas.
-En 1893 un incidente fronterizo los cabileños atacaron, la única baja entre jefes y oficiales fue el general Margallo. La versión oficial es que murió de un tiro en la cabeza cuando inspeccionaba el destacamento. La versión de un testigo presencial, Ciges Aparicio, soldado que fue en Cuba, que termino siendo gobernador Civil de Avila por el partido de Azaña, en su libro "España bajo la monarquía de los Borbones", es que el joven teniente Miguel Primo de Rivera indignado por el hecho de que los fusiles con que los moros estaban matando a españoles hubieran sido vendidos por el propio general Margallo, le pego un tiro en la cabeza. Manuel Ciges Aparicio, casado con la hermana de Azorín, en 1936 fue detenido y fusilado. Según Gerald Brenan cree fue el precio pagado por la divulgación de la historia de Melilla.
-El mariscal Lyautey, el colnialista ladino y homosesual, más partidario de la zanahoria que del palo el de "hay que mostrar la fuerza para no tener que usarla", dijo "Los españoles cuyo soldado es bravo y sufrido, pueden, bajo otro mando, conocer mejores días".
-Abdelkrim prohíbe muestras de adhesión a los españoles. En represalia el general Silvestre bombardea una serie de aldeas. Los insurrectos en una asamblea prestan juramento en el monte El Qama, de luchar hasta el fin contra los españoles.
-Abdelkrim intenta parlamentar pero Silvestre lo rechaza. Solo el coronel Morales recibe al emisario, este hombre bienintencionado y comprensivo, conocedor de las costumbres y los dialectos locales, que ha ganado el respeto de las tribus. Cuando Morales, jefe de la policía nativa, muera en Annual el jefe bereber devolverá su cuerpo a Melilla con todos los honores. Dicen que el propio Abdelkrim presencio esta escena, desde una cumbre próxima al mar, visiblemente emocionado portando el fajín del general.



-La mayoría de los historiadores se inclinan por la tesis del general protegido del rey. Nunca fue encontrado el cuerpo de Silvestre. El autor de "Abdelkrim y la tierra del Rif" David S. Woolman cita fuentes de la harca bereber en el sentido de que fue descuartizado y sus restos esparcidos al viento. Segun el capitan Fortea, uno de los pocos prisioneros de Annual, Abdelkrim se puso el fajín del general Silvestre y lo llevo los días posteriores al desastre y corto la cabeza del general transportandola por todo el camino hasta las puertas de Tetuán como prueba fehaciente de la gran victoria.
-El pronunciamiento incruento de Primo de Rivera acabo con las comisiones de investigación, expedientes, informes y responsabilidades. Se disolvieron las Cortes, se salvo al rey, se salvo al ejercito y a la trama civil del desastre. Dámaso Berenguer fue ascendido a Teniente General y se le concedió el titulo de conde de Xauen y a jefe de la Casa Militar del Rey en 1927. Murió en Madrid en 1953.
-Abdelkrim murió en El Cairo el 5 de febrero de 1963, el presidente Nasser presidio las honras fúnebres y fue inhumado en el cementerio de los mártires.

Publicado por Alfaguara en 1996


Articulo publicado en ABC el 13 de diciembre de 2020 por Isabel Viana

La peor derrota militar de España en el siglo XX. Así califican la mayoría de los historiadores el desastre de Annual. En su artículo «El expediente Picasso: La memoria de un inusual ejercicio de memoria», Alfonso Iglesias, de la Universidad de Santiago de Compostela, habla de «la mayor debacle jamás sufrida por un ejército colonial europeo en territorio africano». En cualquier caso, las diferentes cifras de muertos dan la razón a todos ellos, pues la más optimista se sitúa por encima de las 13.000, como apunta Sebastian Balfour, y la más pesimista se acerca a los 20.000, como defiende Geoffrey Regan en «Historia de la incompetencia militar» (Crítica, 1989).

Esta derrota en suelo marroquí produjo, además, una sensación de agresión por parte de los políticos en el seno del Ejército español, que reprochaba a estos que siempre les pidieran misiones imposibles, como someter a unos indígenas belicosos sin los medios adecuados y en condiciones deplorables. Fue tan grave lo acontecido que, en las jornadas siguientes a la tragedia, el Gobierno de la Restauración impidió a los medios de comunicación hacer cualquier referencia a ella para que no cundiera el pánico entre la población. «El lector advertirá hoy una ausencia total de información sobre África. Se ha establecido la censura previa», advertía ABC. Y cuando finalmente se filtró la noticia, provocó una doble reacción en todo el país: por un lado, conmocionó a los españoles, que todavía estaban traumatizados por la pérdida de las últimas colonias en 1898; y por otro, los indignó lo suficiente como para alzar su voz y exigir responsabilidades por la pérdida de sus seres queridos.

Ramón J. Sender contaba posteriormente cómo las mujeres indígenas seguían a la retaguardia mora torturando y rematando a los heridos españoles. A muchos de estos les arrancaban, incluso, las muelas mientras estaban vivos para hacerse con el oro de las fundas y los empastes. A otros los abrieron en canal a golpe de gumía, aseguraba el escritor. Toda la barbarie de las tropas de Abd el-Krim fue confirmada también por un superviviente que consiguió escapar después de que le cortaran un dedo y fingiera su muerte: «Los moros degollaban sin piedad a nuestros soldados con una ferocidad salvaje». Sin embargo, la mayoría de los testimonios cayeron en el olvido.

«Es cierto que las tropas no contaban con la suficiente preparación y estaban bastante mal pertrechadas, pero ello no basta para justificar la exagerada desbandada de la que fueron partícipes y que, únicamente, se entiende a través de una concatenación de errores en los mandos. No solo en el despliegue anterior al desastre, que resultó demasiado ambicioso y precipitado, sino también en las decisiones inmediatas tomadas una vez comenzaron a caer las primeras posiciones», añade Iglesias.

La magnitud de la tragedia y el impacto político que tuvo llevó al Gobierno a encargar una investigación para depurar las responsabilidades que pedía el pueblo. El resultado, tras nueve meses de intenso trabajo dirigido por el general Juan Picasso González, fue un extenso y detallado informe conocido como el «Expediente Picasso». Un trabajo que supuso un ejercicio de memoria verdaderamente extraordinario, para cuya realización se emplearon fuentes orales y documentales, entre otras, con la debida prevención y una cuidada metodología. «Y de hecho puede ser considerado, a pesar de su voluntad judicial, un trabajo histórico mucho más contrastado y riguroso que la inmensa mayoría de la historia que se hacía en la época», subraya el historiador en su artículo.Picasso también analizó con detalle la documentación de las operaciones y los mapas de cada una de las 155 posiciones que se desmoronaron en apenas 20 días. Comprobó la escasa consolidación del avance y localizó con una minuciosidad sorprendente los lugares donde se produjeron las muertes de Annual y describió los daños a los edificios, el nefasto despliegue, la retirada desordenada, el comportamiento cobarde de algunos mandos, los errores de la política con las cabilas y hasta la falta de instrucción de los soldados. Todos estos errores fueron señalados reiteradamente y criticados con dureza por el general.

Este párrafo resume muy bien las más de 2.000 páginas que lo formaba: «Hemos sido, como de costumbre, víctimas de nuestra falta de preparación, de nuestro afán de improvisarlo todo y de nuestro exceso de confianza. Todo ello constituye, a juicio del declarante, una grave responsabilidad que el país tiene el derecho a exigir, porque si es cierto que las autoridades, e incluso los exministros, han visitado el territorio y encontrado todo perfectamente, felicitando al mando por los resultados, no es menos cierto que la oficialidad prometió dedicar todos sus esfuerzos a mejorar la condición del soldado y la capacidad del Ejército, pero no lo cumplió, en perjuicio de una patria que necesita no un Ejército que se sacrifique, sino un Ejército que triunfe».Antes de que el informe se hiciera público en el Congreso, muchos diputados y militares ya estaban cargando contra él y tratando de impedir que se publicara. En primer lugar, porque el Ejército sabía que tendría que esforzarse para recuperar su socavado prestigio. Y, en segundo, porque generó una losa demasiado pesada para el régimen de la Restauración, cuya supervivencia estaba en entredicho, así como para el monarca, señalado como culpable de los males del país por un número cada vez mayor de españoles.

En la historia de Europa no encontramos ninguna investigación de este calibre sobre un desastre colonial. De puertas para adentro era normal que los ejércitos investigasen sus fracasos, pero no que lo hiciesen con tanta exhaustividad y que dejasen los resultados completos en manos de los políticos. «No fueron pocos los que llegaron a considerar que era solo una quimera orquestada desde el poder para acallar las críticas de la opinión pública y de ciertos grupos políticos, así como que el tal Juan Picasso no estaba sino liando el asunto para posponerlo lo más posible y que fuese olvidado. También había quien defendía la labor que se estaba realizando y pedía tiempo para que diese sus frutos. Pero una vez que el informe de Picasso vio la luz, ya nadie volvió a dudar de la labor del general, convirtiéndose su trabajo al momento en un elemento clave del debate político español», explica Iglesias.

Un ejemplo de esto es el diputado socialista y futuro ministro republicano, Indalecio Prieto, que calificó al general Picasso «el constructor del panteón del olvido» con respecto al desastre. «Quien pretenda enterarse de lo ocurrido en la zona de Melilla por esta información habrá de dedicar un par de años a la lectura y, aún así, no se enterará de nada y perderá la cabeza. Veinte generaciones de ratones harán sus nidos en esta montaña de papel. He aquí en qué parará toda la depuración de responsabilidades». Y cuando por fin pudo leerlo, su visión cambió por completo y hasta pidió en el Congreso «el aplauso más ferviente, más rendido y más obligado al dignísimo general Picasso del Ejército español». «Hemos sentido la amargura de ver en su informe ratificado el desastre con el sello indiscutible de la imparcialidad y de la comprobación documental», aseguró. Entre los que recibieron menos efusivamente el informe estaban, por supuesto, los que gestionaron el desastre de Annual desde el poder. Fue entonces cuando comenzaron a llover los cuchillos en el Congreso. Los liberales, que gobernaban en noviembre de 1922, consideraban culpables de la matanza al presidente Manuel Allendesalazar y a sus ministros. Estos, sin embargo, no entendían que hubiese que buscar responsables entre los políticos. Y los socialistas, por su parte, señalaban a todos los gobiernos desde 1909. La prueba de que algunos políticos, efectivamente, no salían muy bien parados en el expediente son las limitaciones impuestas a Picasso, mediante una Real Orden del Ministerio de la Guerra, cuando este solicitó los planes de operaciones del Alto Mando.Pero lo más sorprendente es que tuvo mucho que ver con la dictadura de Primo de Rivera, cuyo golpe de Estado se produjo en buena medida para frenar la labor de las dos comisiones de investigación que se formaron, ya que el dictador y la mayoría de los militares consideraban responsable de la tragedia al sistema político. Esa es la razón de que, dos días antes de que triunfara el pronunciamiento de este en septiembre de 1923, el expediente desapareciera rápidamente del debate político español. Y lo que es peor aún, que desapareciera también físicamente.

Fue escondido en la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos de Madrid por el diputado Bernardo Mateo Sagasta, presidente de una de las comisiones, consciente del peligro que corría con el nuevo régimen. Tal y como cuenta Juan Pando en «Historia secreta de Annual» (Altaya, 2008), «el hecho es cierto: en 1998 encontramos una parte del expediente en el archivo del Congreso. En uno de los legajos, bajo la mención de “Índice de los documentos de la Alta Comisaría que se hallan en el Consejo Supremo de Guerra y Marina”, se puede leer esta advertencia escrita en lápiz rojo y con trazo enérgico: “Se los llevó el señor Sagasta”».Y no se equivocó, porque nada más llegar al poder, el dictador solicitó el expediente. Al enterarse de que había desaparecido, interpeló directamente al diputado, que afirmó no saber nada de su paradero. Sorprendente, Primo de Rivera no tomó represalias contra él, aunque no lo olvidó nunca, porque tiempo después, cuando el diputado solicitó un terreno de 700 hectáreas para la Facultad de Agrónomos que él mismo dirigía, este solo le concedió casualmente 21,30. Es decir, las dos cifras que coincidían con el número de miembros que formaban las dos comisiones (21 y 30). Como explica la historiadora Josefina Cuesta, dicha dictadura se convirtió en una máquina de olvido institucionalizado en lo que respecta al desastre, ya que no solo paralizó las investigaciones, sino que impuso la impunidad del Ejército y dictó amnistías para muchos de los militares a los que Picasso responsabilizaba, como el general Damaso Berenguer, acusado de negligencia.

Con la llegada de la Segunda República en 1931, Sagasta devolvió el informe al Congreso de los Diputados y Picasso publicó un resumen del que se vendieron solo mil ejemplares bajo el título de «El Expediente Picasso». Y aunque este no estaba completo, incluía por lo menos medio centenar de extractos de declaraciones de oficiales, soldados rasos y civiles, así como telegramas del Ministerio de Guerra. Pero el interés decayó muy pronto incluso en este nuevo régimen, pues no retomó las investigaciones sobre aquella humillante derrota como algunos esperaban y la figura de su responsable fue completamente olvidada. Al morir el 5 de abril de 1935, de hecho, tan solo ABC insertó una esquela de él en sus páginas.

El Expediente Picasso también quedó prácticamente sepultado durante  franquismo, que promovió igualmente su olvido, pues «una obra que insistía con tanta dureza en los vicios y corrupción del Ejército español en Marruecos no podía ser cómoda para un directorio militar, cuya línea oficial siempre primaría la culpabilidad de la clase política a la hora de buscar responsables de la catástrofe y demás males de la patria», afirma Iglesias. Por eso, el resumen publicado en 1931 se mantuvo como único referente para los historiadores de la época y posteriores. Y no se volvió a imprimir en España hasta 2003, en la editorial Almena, con el título de «El Expediente Picasso. Las sombras de Annual».