sábado, 8 de octubre de 2016

LA INCREIBLE HISTORIA DEL REINADO DE ESPAÑA EN PORTUGAL (III)

Durante los doce años de tregua, los barcos holandeses comerciaron el doble de pimienta asiática que los portugueses y, al reanudar el conflicto, los principales ataques fueron dirigidos hacia las mal defendidas colonias portuguesas. En 1624, una flota holandesa dirigida por Jacobo Willekens asaltó Salvador de Bahía, capital portuguesa en Brasil, y se preparó para quedarse en propiedad esta estratégica ciudad. No fue recuperada hasta que la mayor flota que jamás hubiera cruzado el Atlántico,42 navios y 450 cañones, bajo el mando de Don Fadrique de Toledo, IV Marques de Villafranca del Bierzo, atacó en abril del año siguiente Bahía.
Los problemas de Castilla y del asediado Imperio español cada vez afectaba más a los reinos periféricos. O al menos esa era la visión lusa, cuyo imperio colonial en verdad llevaba un siglo afectado por una enfermedad degenerativa: habían descuidado totalmente sus defensas y su economía estaba en crisis.
El estallido de violencia era ya inevitable, sirviendo el Conde Duque de Olivares la excusa con su Unión de Armas, es decir, con un proyecto que buscaba aumentar la implicación militar del resto de reinos en los asuntos y guerras de los Austrias. Y es que, como explica John Lynch en su libro «Los Austrias» (Biblioteca Historia de España): «Portugal era un problema fiscal para Castilla. No aportaba ingresos regulares a la hacienda central y sus defensas en la península tenían que ser costeadas por Castilla, de la que esperada, además, que acudiera periódicamente a la defensa de Brasil». Es por ello que Olivares insistió en que Portugal integrase la Unión de Armas, a cambio de que los portugueses ocuparan un papel más protagonista en la Monarquía.
Pero en paralelo a esta oferta, Olivares desarrolló una estrategia de infiltración de sus hombres en el gobierno portugués. Designó para este propósito a Margarita de Saboya 1589-1655), prima de Felipe IV, como virreina y a un grupo de castellanos como sus consejeros. En 1634 y 1637, se produjeron dos revueltas populares, especialmente en la región del Alentejo, como respuesta al desembarco de funcionarios castellanos y al aumento de la carga fiscal; pero fue en la crisis de 1640 cuando la aristocracia portuguesa se levantó aprovechando la guerra de España con Francia y la sublevación de Cataluña. En suma, prendió la mayor crisis del Imperio español en su historia cuando Cataluña, Portugal, Nápoles y Sicilia emprendieron, con suerte desigual, sendas rebeliones contra Felipe IV.
El levantamiento portugués fue planeado en Lisboa por miembros de la nobleza, el clero y militares para destronar a los Austrias y proclamar un Rey portugués. El detonante final fue la exigencia del Conde Duque de Olivares de que 6.000 soldados portugueses y la mayor parte de la nobleza en edad de combatir se sumaran a la guerra en Cataluña. Como respuesta, un grupo de conspiradores irrumpió en el Paço da Ribeira (Lisboa) el 1 de diciembre de 1640, sorprendiendo al secretario de Estado, Miguel de Vasconcelos ( pariente del Conde Duque que fue nombrado secretario de Estado de Portugal en 1653), quien fue asesinado y defenestrado por la fachada del Palacio Real.
A raíz de estos graves acontecimientos, Margarita de Saboya intentó calmar los ánimos, pero pronto se vio aislada, sin apoyo local y finalmente encerrada por los rebeldes. La comunidad de jesuitas y el pueblo llano se decantó en bloque por los nobles rebeldes e hicieron triunfar el levantamiento.
En su lugar aclamaron al Duque de Braganza como Rey, con el título de Juan IV de Portugal, alegando viejos derechos dinásticos anteriores a la llegada de Felipe II de España. El nuevo monarca autorizó a Margarita de Saboya a que partiera para España en los primeros días de diciembre de 1641. Y es que eran aquellos los albores de una guerra que iba a alargarse durante 28 años.
Frente a la rebelión general, Felipe IV y el Conde-Duque empezaron a preparar la reconquista. Para ello encomendaron al duque de Medina-Sidonia la capitanía general de un ejército que debía atacar a los rebeldes y derrocar a Juan de Braganza. No obstante, la lentitud y falta de iniciativa del noble andaluz dejaron entrever sus planes ocultos: la nueva Reina de Portugal, Luisa de Guzmán, era hermana del duque de Medina-Sidonia y, de hecho, era ella quien había convencido a su marido Juan II de Braganza para que aceptara la Corona diciendo, según la tradición: «Más vale ser Reina por un día que duquesa toda la vida!». Sin capacidad de iniciar operaciones de la magnitud de antaño, el Imperio español se resignó durante años a una guerra de frontera especialmente dada a episodios de violencia y odios acumulados.


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