sábado, 8 de octubre de 2016

LA INCREIBLE HISTORIA DEL REINADO DE ESPAÑA EN PORTUGAL (I)

El Imperio español vivió su cénit en 1580 con la anexión de Portugal, que entonces se encontraba entre las mayores potencias de Europa. La propaganda de Felipe II desempolvó la idea de que Portugal siempre había formado parte del Reino de León –cuando se separó lo hizo de forma ilegal, consideraban– y extendió el uso del león vinculado a una Monarquía Hispánica que volvía a unir a aquellos reinos hermanos.
La vieja idea de un único y cristiano reino ibérico era, de hecho, un lugar común en la Edad Media. A finales de la Baja Edad Media, la dinastía Trastámara se propuso en varias ocasiones vincular la Corona de Castilla con la de Portugal, si bien una de sus intentonas pasó a la historia como la peor de las derrotas castellanas frente a Portugal. En 1384, Juan I de Castilla entró en Portugal por la ruta de Ciudad Rodrigo a reclamar los derechos dinásticos de su esposa, y de paso los suyos, a cuenta de la muerte de Fernando I de Portugal, el último representante de la Casa Borgoña.
Las derrotas que sufrió el ejército de Juan en Trancoso y Aljubarrota, en mayo y en agosto de 1385, supusieron el fin de sus posibilidades de imponerse como Rey. A partir de entonces, los Avis iniciarán en el país vecino uno de los periodos de mayor esplendor. Hasta su final no regresaron las ambiciones españolas.
A principios de la Edad Moderna, los Trastámara y los Avis firmaron una serie de matrimonios que pretendían desembocar en la unión de reinos tras los tiempos turbulentos de Enrique el Impotente.  Isabel, hija mayor de los Reyes Católicos, se casó sucesivamente con dos príncipes portugueses, Alfonso y Manuel I, y pareció por un momento que reinaría en toda la península. Cuando el único hijo varón de los Reyes Católicos falleció sin herederos, las esperanzas de unir, al fin, los reinos hispánicos se centraron en que Isabel diera a luz un heredero sano. Sin embargo, las complicaciones del parto causaron una hemorragia a Isabel, que falleció con solo 28 años, y su hijo Miguel tampoco vivió mucho tiempo. Murió de unas fiebres repentinas antes de cumplir dos años, cuando se hallaba bajo la custodia de sus abuelos en Granada. Esta enterrado junto a los Reyes Catolicos en Granada.
Cuando en 1578 el Rey de Portugal Sebastián I de Avís perdió la vida en una demencial incursión por el norte de África, en la llamada Batalla de los Tres Reyes en las llanuras del rio Mehazen próximo a Alcazarquivir. Felipe II –emparentado con la dinastía portuguesa por vía materna– desplegó una contundente campaña a nivel diplomático para postularse como el heredero a la Corona lusa, que fue asumida brevemente por el Cardenal-infante don Enrique hasta su muerte.
«El reino de Portugal lo heredé, lo compré y lo conquisté», aseguraría Felipe II. El Rey Prudente contaba con el apoyo de buena parte de la nobleza portuguesa y el beneplácito de las potencias europeas (más bien resignación), pero el levantamiento popular promovido por Antonio, el Prior de Crato, hijo bastardo del infante Luis de Portugal, obligó al Imperio español a iniciar las operaciones militares. El país vecino rindió pleitesía a Felipe II en abril de 1581, siendo coronado Felipe I de Portugal.
















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