sábado, 21 de marzo de 2020

¿De qué progreso hablan?

por José María Carrascal


De acuerdo, ahora toca unir esfuerzos para impedir que el Covid-19 siga propagándose con la velocidad que lo hace, confinarlo en sus reductos y ahogarlo en ellos, cada uno en su puesto, nosotros en casa, el personal sanitario en los hospitales, las Fuerzas de Seguridad en la calle y los proveedores manteniendo al país, sin que sobren los que les aplauden desde ventanas y balcones. La hora de exigir cuentas vendrá luego. Pero en esta puesta en pie de una nación atacada desde dentro, echamos en falta algo. Algo, además, necesario si queremos que el esfuerzo tenga éxito y alcancemos la meta: me refiero al reconocimiento de los errores cometidos. Porque si se tapan, si se esconden, no sólo haremos
 injusticia a las víctimas, que las hay, sino también no lograremos acabar totalmente con la amenaza, al quedar demasiados cabos sueltos, demasiadas preguntas por responder y demasiadas dudas sobre nosotros mismos.
Pablo Iglesias llama «progresista» al Gobierno del que es vicepresidente. Pedro Sánchez se contenta con llamarle «de la reconstrucción». ¿Qué progreso puede traer alguien que se salta las normas del Gobierno del que forma parte, como quedarse en casa? ¿De que reconstrucción habla el segundo? Cuando afinamos el oído nos enteramos de que se refiere a la que seguirá al terremoto que sólo acaba de empezar. Es decir, al provocado por la crisis ocurrida en su guardia, ¿Se puede llamar a eso progreso? ¿No será más bien regreso a los tiempos en que hubo que reconstruir todo los que se destruyó bajo Zapatero, es decir, a salir de la bancarrota, a recobrar tres millones de puestos de trabajo, a rescatar empresas pequeñas, medianas y grandes, ya que todas están en peligro?

Al darnos cuenta de ello, nuestras dudas hacia un Gobierno que desde el poder sólo ha hecho ideología y publicidad aumentan. Más, cuando los peores augurios empiezan a confirmarse y lo único que hace es informarnos cada pocas horas de lo mismo: que el número de infectados sigue aumentando, que los muertos se disparan y que lo peor está aún por venir. Justo lo contrario de lo que nos decían cuando la «gripe asiática» llegó a Europa: que la situación no era alarmante, que el porcentaje de muertes era mínimo, que en otros países, puede, pero en el nuestro, no. Y hoy estamos con el agua al cuello. Se han hecho las cosas mal, muy mal, teniendo además el (mal) ejemplo de Italia -recuerden las manifestaciones del 8-M- y hay que decirlo, porque en otro caso no creeremos ni a los científicos, que es lo peor que podría ocurrirnos. Es posible que pensaran que podían «politizar» el coronavirus, como han politizado el conflicto catalán, y de esta forma pasar los presupuestos, lo que les permitiría completar la legislatura sin problemas. Es la mejor prueba de que no tienen idea de gobierno, de sanidad ni de nada. Bueno, sí, de engañar. Pero engañar a los españoles es lo más fácil del mundo.
Publicado en ABC el 21 de Marzo de 2020

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